El sábado fui con dos amigas a ver la película El Cuaderno de Sara.
Fui con mis amigas las extractivistas, es decir, las que han escrito tesis doctorales sobre minería y petróleo. Ambas muy aficionadas al cine, al teatro y a las series y, por lo tanto, con el listón bien alto.
Por eso mismo y porque invitaba yo, rebajé las expectativas y les advertí de algunos posibles riesgos que podía tener la película: sensiblería, cursilería, estereotipos y neo-colonialismo amigable. Y me guardé mi mayor temor: tratamiento comercial de tres tema especialmente espinosos: violencia sexual, niños y niñas soldado y brujería.
He de confesar que las tres salimos contentas de la película. Hasta se nos escapó alguna que otra lagrimita.
Mis amigas me hicieron una bromita en la escena en la que el comerciante de coltán Sergio le explica a una recién llegada Laura cómo se explota el coltán para producir la tecnología que consumimos. ¿Seguro que no les habéis escrito el guión vosotras? No, y es curioso que no nos hayamos enterado de la producción y rodaje de esta película hasta tan tarde. Muy curioso, porque al final el mundo es un pañuelo, y las organizaciones y personas que algo tenemos que ver con el este de la RD Congo nos solemos terminar encontrando. Como dice el refrán. Dios los cría y ellos se juntan, incluso en el corazón del infierno.
A diferencia del reportaje de Antonio Pampliega, donde se menciona explícitamente la realidad de las ONG corruptas que sacan coltán de las minas, en la película se cuestiona el rol de las ONG y de la Iglesia de una manera más sutil. Sobre todo, se discute su eficacia en medio de tanto horror, pero a su vez se proyecta una idea, en mi opinión verosímil, de para qué sirven las ONG: pequeños refugios en medio del horror. Allí está la escena de los misioneros que abren las puertas de un edificio desvencijado, y duermen sentados y al raso junto a la población que huye. Igualmente, el hecho de que Laura conozca a Jamir, el exniño soldado, en los locales de una ONG. Es un lugar en el que están los que ya no tienen a nadie.
Resumen de la película 'El Cuaderno de Sara' (Cuidado: ¡Spoiler!)
La película cuenta la historia de una mujer española, Laura, que busca a su hermana médica cooperante desaparecida en el este de la República Democrática del Congo.
Aterriza en Kampala, Uganda, e inmediatamente se pone en contacto con el mundillo de cooperantes que frecuentaba su hermana. Cinismo y lealtad son las dos palabras que capturan lo que desprenden estos personajes, sus conversaciones y sus miradas. ¿Qué estáis haciendo aquí si las cosas no van a cambiar nunca? Laura se lo llega a preguntar hasta a tres personas diferentes: el ONGero Sven, el misionero italiano y a su propia hermana, cuando la encuentra en medio de la selva.
“Necesito saber que lo que hago sirve de algo”. Es la respuesta lapidaria de Sara, detrás de la cual se encuentra el dilema humano de la vocación y de dar sentido a la vida.
Después de ser engañada por el comerciante de coltán, Laura decide viajar al Congo con la ayuda de Sven, pero a éste lo hieren en una pierna y debe abandonar el trayecto. Laura decide entonces continuar el viaje sola y cruzar el lago Kivu en una barcaza. Es ahí donde vuelve a encontrase con el exniño soldado Jamir. Ella se muestra como una mujer triste y valiente. El como con adolescente taciturno, atormentado y fiel. Se ayudan mutuamente. Ella paga para que en la frontera no se ensañen con él. Él emprende con ella un peligroso viaje a las zonas mineras en un vulnerable y desvencijado camión. Por unas carreteras infestadas de guerrilleros. Les atacan, y Jamir y Laura tiene que esconderse en la selva. Allí les ayuda un misionero italiano, con quien por un lado Jamir y por otro lado Laura muestran la complejidad de la condición humana. Ambos son a la vez buenos y malos. Jamir traicionó a los suyos cuando era un niño y ha cometido crímenes horribles, pero aún así ayuda a Laura a buscar a su hermana. Laura es una mujer triste que no se lleva especialmente bien con su hermana, la envidia y además se siente desplazada por el padre, pero aún así arriesga su vida por ella. Hablan sobre la parábola del hijo pródigo en el pequeño trayecto que les debería llevar hasta el siguiente puesto de Naciones Unicas, hasta que nuevamente Jamir y Laura deben huir a la selva mientras al misionero lo patean los guerrilleros.
Es en esta nueva huída cuando Jamir demuestra su profundo conocimiento de la selva y de la guerra. Es cuando se muestra más humano en medio la deshumanización. Lleva a hombros a Laura cuando le muerde una serpiente, y busca la ayuda de una “mama” africana en una humilde aldea. Ésta le atiende con cariño y profesionalidad, hasta que nuevamente llegan los guerrilleros a matar a los hombres, violar a las mujeres y llevarse a los niños y niñas a la selva. Laura y Jamir lo ven todo desde un tejado e incluso Jamir tiene que matar con un machete a un guerrillero que atrapa a Laura. Por fin llega un convoy de cascos azules, comandado por una mujer, que los recogen y llevan hasta su base. Pero ahí Laura aprende amargamente lo que es el racismo y la desigualdad: ella puede, tiene pasaporte español. Jamir se queda fuera, con los suyos. Laura de despide de Jamir y le da un sobre con dinero para que comience una nueva vida.
En la base de Naciones Unidas Laura vuelve a encontrarse con Sergio, que está acompañando a unos reporteros belgas para que graben un reportaje sobre las minas de coltán. Sergio se muestra como el mercenario que es: todo lo hace por dinero y la verdad y de la mentira le importa poco. Invita nuevamente a Laura a pagar para adentrase en la selva y tratar de encontrar a su hermana. Allí se muestran algunas de las vergüenzas del periodismo de guerra: graban escenas falsas con mineros falsos. Y todo el grupo es capturado por la guerrilla en medio de la noche. En una maniobra cinematográfica un tanto forzada, Sergio logra convencer al jefe de los guerrilleros que el reportaje pondrá en valor la figura del general Ngunda a quien los guerrilleros veneran como un halcón y al que atribuyen poderes mágicos. Esto les lleva hasta el campamente de los guerrilleros, donde Laura por fin encuentra a Sara, quien ejerce como médica para los guerrilleros.
Las hermanas no muestran excesiva simpatía la una hacia la otra, a pesar de la epopeya que han vivido para encontrarse, y a que les une un padre enfermo de Alzheimer a quien ambas quieren. Por otro lado, se trata de forma un tanto ambigua la voluntariedad de Sara a la hora de quedarse en el campamento: allí se siente útil, aunque sabe que las cosas no van a cambiar. Sergio, Laura y el equipo de periodistas belgas idean un plan para huir. Aprovechan la ceremonia de iniciación de unos niños soldado para conectarse con la base de Naciones Unidas. Sin embargo, todo estalla cuando Jamir regresa al campamento para vengarse y mata al jefe-guerrillero Battiste quien en su agonía revela que el general Ngunda está muerto. Esto desencadena la locura colectiva: Jamir es asesinado por la plebe, Sergio muestra gran nobleza y valentía para ayudar a Laura mientras que en la huida también se refleja la complicidad existente entre Sara y el temible general Omar y su solidaridad mutua. La última escena, en la que un helicóptero de Naciones Unidas viene a rescatarlos en medio de la selva, transmite un mensaje claro: los congoleños no pueden subir y la médica se queda para “saber si lo que hago sirve de algo”.
El cuaderno de Sara es una película que me ha sorprendido gratamente. Es lo que se puede esperar de una película comercial española que se ambienta en la complejidad de la realidad africana.
Trata con tacto e incluso con delicadeza el difícil tema de los niños y niñas soldado, y el de la violencia sexual contra las mujeres.
Sobrevuela no más el tema de la brujería y de los conflictos inter-étnicos y lo hace hasta con elegancia.
Igualmente, plantea con cierta ecuanimidad y verosimilitud algunas de las paradojas que enfrentamos las ONG, las iglesias e incluso las Naciones Unidas.
El mayor cuestionamiento que le hago al cuaderno de Sara, sin embargo, es el típico de una nerdy: la ausencia de la clave sociopolítica y de la contextualización histórica. Y un llamado más firme a la fraternidad, la solidaridad y la esperanza.
Alicia Aleman Arrastio
05/02/2018