“El cambio climático no es sólo la mayor emergencia medioambiental de nuestros tiempos, sino también una crisis sin precedente de derechos humanos”. Con esta frase comienza Energía para el cambio: Principios para las empresas y los gobiernos de la cadena de valor de las baterías, el documento de incidencia publicado por Amnistía Internacional el pasado mes de febrero y respaldado por otras 50 organizaciones, entre ellas Alboan.
El desarrollo de tecnologías bajas en emisiones de dióxido de carbono es crucial para mitigar los peores efectos del cambio climático y poner fin al uso de combustibles fósiles. No obstante, la fabricación de aerogeneradores, paneles solares y vehículos eléctricos depende en buena medida de la extracción a gran escala de minerales, metales y tierras raras que se emplean en la fabricación de componentes electrónicos.
¿Un nuevo boom de las materias primas?
De acuerdo con un informe del Banco Mundial publicado en 2020, la producción de minerales como el grafito, el litio o el cobalto podría incrementarse un 500% de aquí a 2050 para satisfacer la demanda creciente de tecnologías “limpias” (World Bank, 2020). Dichas proyecciones han de tomarse con cautela puesto que dependen de la ambición con la que se aborden los objetivos de reducción de emisiones contemplados en el Acuerdo de París; así como de la escalabilidad de las diferentes innovaciones tecnológicas que se vayan adoptando, ya que no todas estas tecnologías usan la misma cantidad de materias primas.
No obstante, con la crisis desatada por la pandemia de COVID-19 muchos gobiernos parecen haber acelerado sus planes de transición energética. En los países del Norte Global, las inversiones en este tipo de tecnologías se presentan como una salida a la insostenibilidad del modelo de desarrollo actual, capaz de generar muchos puestos de empleo. En el Sur Global, los gobiernos ven en el alza de los precios de los “minerales estratégicos” una nueva oportunidad para generar crecimiento económico y combatir algunos problemas sociales que arrastran sus sociedades desde la era colonial (como las altas tasas de pobreza y desigualdad, la falta de acceso a la educación y la salud, la escasa industrialización, etc.).
Esta combinación de factores hace presagiar que nos hallamos ante un nuevo boom de las materias primas, similar al que se vivió entre finales del siglo pasado y la primera década del siglo XXI. Ese periodo es conocido por haber generado numerosas “áreas de sacrificio”: territorios y grupos sociales que fueron totalmente destruidos en aras del “desarrollo económico”.
No tiene por qué ser así
El mensaje principal del documento “Energía por el Cambio” es que el cambio de modelo energético no tiene porqué estar condenado a repetir los errores del pasado. Aunque algunos estudios apuntan que los abusos a los derechos humanos y el medioambiente siguen estando bastante extendidos en la industria minera, también es cierto que cada vez hay una mayor conciencia al respecto.
A lo largo de sus dieciséis páginas el documento agrupa recomendaciones para las empresas y gobiernos, entre las que destacan la necesidad de integrar el respeto a los derechos humanos y la protección del medioambiente en marcos regulatorios vinculantes; la necesidad de parar la criminalización de defensores y defensoras de derechos humanos y el medioambiente; la apuesta por políticas de diseño de baterías que minimicen el uso de minerales y favorezcan su reciclaje al tiempo que maximizan su duración, entre otras muchas recomendaciones.
El apoyo recabado a estos principios demuestra que existen alternativas a la hora de plantearnos un cambio de modelo energético, que sea exigente en la reducción de emisiones sin necesidad de poner en riesgo los derechos humanos.
Puedes leer el documento aquí en español, inglés y francés.
Imagen «Electric car charger» by Janitors is licensed under CC BY 2.0