Las mujeres defensoras de derechos sociales y ambientales en diferentes lugares de América Latina llevan años trabajando alrededor del concepto Cuerpo-Territorio. Salvador, México, Colombia y un largo etcétera… tienen en común que se trata de contextos de conflicto directamente ligados a actividades extractivas.
Hablamos con Darli Rojas, coordinadora de trabajo social del resguardo indígena zenú en Córdoba, Marcela Gómez, de Censat Agua Viva-Amigos de la Tierra Colombia, y Clemencia Carabalí, cofundadora de Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca, ASOM y Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia este mismo año.
Ellas son tres mujeres activistas que comparten luchas y resistencias que viven las comunidades indígenas y afrodescendientes en contextos de extractivismo. Cada una desde su experiencia de vida nos cuenta la relación que hay entre el Cuerpo y el Territorio.
Darli Rojas: “Desde la cosmovisión del pueblo indígena zenú protegemos la naturaleza, que nos da la vida. Antes de la llegada de las empresas multinacionales y las extractivas vivíamos del trueque, del intercambio. Pero llegaron y todo cambió. Destruyen el territorio y el futuro. Nos expulsan de nuestro hogar. Muchos hombres que dejan el campo acaban ocupados en labores de muy baja remuneración, sin perspectivas de futuro, e incluso en ocupaciones fuera de la ley. En el caso de las mujeres es aún peor y muchas caen en las redes de la prostitución. Mientras estas empresas extranjeras se llevan el oro. También está en peligro nuestra cosmovisión, nuestros idiomas y nuestras leyes originarias. Sabemos que si se daña la Tierra, también se dañan los cuerpos que la habitan. Las empresas extractivas dañan el suelo, que cada vez es más ácido y pierde fertilidad. La Madre Tierra tiene venas que están interconectadas. Si rompemos una dañamos a todo el sistema”.
Marcela Gómez: «Censat Agua Viva trabaja con mirada ambiental. A menudo utilizamos unos ejercicios de cartografías corporales que nos ayudan a explorar las emociones y los pensamientos que atraviesan nuestro cuerpo. Estas emociones nos dicen que todo lo que sucede en nuestra existencia sucede a través del cuerpo. Nosotras tratamos de indagar cómo se sienten los ríos, la montaña, dónde están los desiertos o el sol. Todo esto tiene una íntima relación con las memorias, las historias de vida, que guardamos. Entendemos que esa categoría del cuerpo como territorio y también del territorio como cuerpo nos permite pensar en otras formas de relacionarnos con la Naturaleza. La lógica extractivista mira a la Tierra como mercancía, como mera fuente de recursos. Lo que sucede con las mujeres es también expresión de lo que ocurre con el planeta. Por eso nos parece muy interesante la dicotomía Cuerpo-Territorio. En Colombia se toman decisiones sobre nuestros territorios, sobre los cuerpos, sociedades y comunidades más vulnerables, es decir las comunidades indígenas y negras, y también las comunidades campesinas. Toda la vulneración que viven los cuerpos también lo viven los territorios«.
Clemencia Carabalí: “El cuerpo está estrechamente ligado con el territorio. Las comunidades afrodescendientes creemos que la tierra es sinónimo de mujer y mujer es sinónimo de cuerpo. Así pues el territorio es vida y el cuerpo es nuestro territorio. El cuerpo de las mujeres es generador de vida. En la Asociación de Mujeres Afrodescendientes la relación Cuerpo Territorio la visualizamos de manera muy estrecha. En el caso de Colombia, que ha vivido décadas de conflicto armado, éste ha sido un flagelo que ha atravesado el cuerpo de la tierra y el cuerpo de las mujeres”.