Esta es la primera de tres entradas sobre nuestro paso por el Mobile Social Congress
El pasado 26 y 27 de febrero viajamos a Barcelona para asistir al Mobile Social Congress. Sí, sí. Has oído bien. Es el Mobile Social Congress (MSC), no el Mobile World Congress (MWC). Ambos eventos tienen lugar la misma semana, no muy lejos uno del otro; aunque sí son muy distantes en su modo de abordar el futuro de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Mientras el Mobile World Congress es un evento organizado por y para la industria, en el que la atención mediática se centra en desvelar las innovaciones del mañana —¿Cuándo vendrá el 5G? ¿Se doblarán las pantallas de nuestros smartphones?—; el Mobile Social Congress es un evento abierto al público, organizado por la ONG Setem Catalunya con la colaboración de otras organizaciones y administraciones catalanes y el proyecto Make ICT Fair, donde la conversación gira en torno a los impactos sociales y medioambientales de las empresas tecnológicas —¿Conseguiremos que se respeten los derechos laborales en las plantas de ensamblaje? ¿Cómo podemos construir modelos de consumo alternativos en relación con las TIC? ¿Es posible desvincular el suministro de minerales a las violaciones de derechos humanos?—.
Preguntas muy parecidas son las que nos llevaron a lanzar la campaña Tecnología Libre de Conflicto, allá por 2014, y durante mucho tiempo hemos querido asistir a esta cita. Pero no ha sido hasta esta, su cuarta edición, cuando hemos podido hacerlo.
De acuerdo con los organizadores, la asistencia de publico no ha dejado de crecer año tras año. En esta ocasión han sido 400 las personas las que se han acercado a participar en los diferentes paneles temáticos, y cerca de 3000 lo siguieron a través de su retransmisión vía Youtube. Cabe destacar la calidad de las ponencias invitadas a la hora de abordar los impactos sociales y medioambientales de la tecnología, así como la importante presencia de mujeres entre los panelistas y el público. Una participación que es de agradecer pues, como hemos podido constatar en otros ocasiones, su voz no siempre se escucha en los debates sobre el progreso tecnológico y sus impactos socioambientales, pese a que ocupan un rol importante tanto en los procesos que configuran las cadenas de suministro de la electrónica.
El tema elegido para este año ha sido el de la “esclavitud moderna” generada por el modelo de producción y consumo que impera en las industrias tecnológicas. Uno de los aciertos ha sido analizar los impactos de dicho modelo de forma integral, desde la mina hasta nuestros bolsillos, pasando por las fábricas de ensamblaje; tratando de enfatizar al mismo tiempo la dimensión global de estas dinámicas.
Esto último es importante, pues cuando hablamos de impactos en la minería conviene tener presente que estos ocurren no sólo en zonas en conflicto, como el este de la República del Congo, sino en todos aquellos países que apuestan por el extractivismo como motor de desarrollo. De igual manera, los procesos de deslocalización de las fábricas de ensamblaje no sólo han conducido a la implantación de dichas fábricas en países del sudeste asiático, sino también en los países del este de Europa, dando lugar a problemáticas similares en contextos diferentes.
De todo ello, así como de las posibles vías abiertas para aminorar estos impactos y construir un modelo alternativo de consumo tecnológico se trató en esta edición del MSC. Te animamos a leer las dos siguientes entradas en la sección de noticias donde resumimos con mayor detalle los dos días de encuentros e intercambios.